jueves, 31 de enero de 2008





TREPONKI EN CARNAVAL

TREPONKI os va a contar de primera mano unas fiestas que comenzaron cuando yo solo era un pequeño oráculo con pocas respuestas. Os voy a iluminar:

El Carnaval, es una emanación de las bacanales, de las saturnales y de las lupercales, que se celebraban en Grecia y Roma, absorbidas por el desorden civil y el desenfreno moral, TREPONKI os lo asegura, estuve en muchas; fiestas que se han venido celebrando desde tiempos antiguos por los pueblos que dominaron durante siglos los romanos y que, al transmitirnos su idioma, nos transmitieron también sus costumbres populares.

En las fiestas del dios Baco, llamadas orgías, las bacantes, o sea las mujeres que tomaban parte en ellas, medio desnudas, con los cabellos sueltos, ceñida la cintura con hojas de parra, tirsos y címbalos en las manos, corrían a través de los campos como locas, dando gritos desenfrenados y entregadas a los transportes del bullicio y escándalo que Baco les inspiraba. TREPONKI sabe que han sobrevivido y que ahora recorren como locas los paltós de televisión, se han quitado las hojas de parra en algunas publicaciones y las inspira el dinero.



A las bacantes seguían como séquito multitud de hombres disfrazados de sátiros, coronados de verdes pámpanos y pintarrajeados con heces de vino tinto, con sangre o con jugo de moras, rivalizando con las bacantes en el bullicio, en el escándalo y en el desenfreno de licencias impúdicas. También TEPONKI reconoce a estos sátiros entre los mortales de hoy, son los tertulianos de turno, los invitados que cuentan sus miserias en programas de dudosa calidad.

Tanto arraigo tomó la costumbre del carnaval, que los Padres de la Iglesia y algunos Sumos Pontífices condenaron repetidamente estas fiestas, pero se hallaban tan arraigadas en el espíritu de los pueblos, que se vieron obligados a respetarlas. TREPONKI piensa que frente a algunas cosas que se hallan arraigadas no solo en el espíritu, sino en los genes deberían volver a tomar esa actitud de permisividad.
En 1523, fueron prohibidas estas fiestas por Carlos I y su madre doña Juana. En la Edad Media, el carnaval fue fiesta menos licenciosa que las de la antigüedad, pero más trivial y más grosera. En el año 1637, con objeto de dar Felipe IV una gran fiesta carnavalesca, levantó en El Retiro una gran plaza de madera capaz para miles de personas. Se calcula que tenía la tal plaza 488 ventanas y se iluminaba con 7000 luces. TREPONKI solo ha conocido algo parecido: el Sambódromo brasileño…
Carlos III introdujo en 1767 los bailes de máscaras en el teatro. Fernándo VII prohibió de nuevo el carnaval, autorizándose las máscaras en las casas particulares únicamente. Su viuda, María Cristina, restableció el carnaval con todo su bullicio. TREPONKI fue testigo de que al finl María Cristina le pudo gobernar, incluso después de muerto.

Lo mismo en España, que en Francia e Italia era costumbre acabar los carnavales con el Entierro del Carnaval, que consistía en quemar o enterrar a un monigote de paja que representaba el carnaval, después de haberle paseado en carro, por las calles del pueblo, en medio de un bullicio estrepitoso. TREPONKI es partidario de que se hiciese algo parecido con alguno del los personajes políticos del país, que convierten el Congreso de los diputados en un carnaval.

En España Fueron muy celebradas las fiestas del carnaval en Madrid y Sevilla, por sus batallas de flores y alegres desfiles de vehículos adornados llenos de máscaras; en Valencia, con sus batallas de moros y cristianos, y particularmente las que se celebraban en Barcelona, organizadas por asociaciones recreativas con la exhibición de artísticas y geniales cabalgatas que desfilaban en la tradicional Rua por los principales paseos de la ciudad, y los lujosos bailes de máscaras que se celebraban n el Gran Teatro del Liceo.
Aunque en la actualidad tiene gran auge el carnaval en España, como por ejemplo en Águilas, no hace tanto estaba prohibido con la sola excepción de bailes infantiles con disfraz o de trajes regionales celebrados en el interior de casa particulares o bien en locales autorizados por la autoridad gubernativa.
(Editorial Ramón Sopena y TREPONKI)

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